Estábamos con unos compañeros en la fiesta de la alegría, un carnaval cultural celebrado en Concepción. Caminábamos por la diagonal en dirección a la universidad junto con un grupo de payasos, de malabaristas en monociclo y caminando, un tipo con zancos, más adelante una bazucada y nuestras compañeras que hacían globoflexia y nos repartían espadas y gorros de bufón. En
Seguimos caminando ya dentro de la universidad en dirección a la laguna de los patos, mientras los niños seguían con nosotros, se habían peleado algo así como 3 espadas más. Luego cuando ya no nos quedaban globos los niños jugaban a golpearse, y fue ahí cuando junto con otros compañeros les llamamos la atención y les dijimos que jugaran a otra cosa, sin hacerse daño y compartiendo, no disputándose las cosas. No nos hicieron mucho caso. Un rato más tarde uno de mis compañeros que “apadrinó” a los niños, fue al baño, y uno de los niños se me acercó y preguntó: “Dónde se fue este huevón”, yo le respondí que no había ningún huevón ahí, pero que Pablo había ido al baño. Entonces los niños se fueron.
Me llama la atención el modo de vida de esos niños, que es lo que inculcan las instituciones primarias como la familia, no digo que sea completamente seguro que en su casa vea violencia, pero es lo más probable. Los niños estuvieron la mayor parte de la tarde junto a nosotros y debió ser porque entre toda la gente que había fuimos de los pocos que compartimos con ellos y los tratamos bien, pero ellos ya sea por su educación o porque no interpretaron bien nuestras señales, no se supieron adecuar a la situación y actuaron de manera violenta, contrario a lo que se podría haber esperado.
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