Éramos muchos los que estábamos en la biblioteca, con un cargamento de libros, notebooks, destacadotes y una botella de bebestible (agua mineral, jugo, etc.). Supuse que nos encontrábamos todos estudiando, por lo tanto tenía que seguir una pauta de conducta para esta situación.
Al entrar a la biblioteca yo puse mi celular en modo silencio, para así no interrumpir a los demás. Es más, mi notebook lo fui a encender al baño, ya que al iniciar la sesión suena un segmento de una canción, y la última vez que lo apagué, el volumen se encontraba casi al máximo. La manera correcta de comportarse en una biblioteca es estando en silencio y respetando así el espacio y la disponibilidad de la persona que viene a estudiar o leer.
Desde que llegué habían pasado dos horas y ya todos teníamos cara de cansado, entonces entraron unas profesora parvularias, con un gran grupo de alumnos. Los niños empezaron a saltar, jugar, correr y a hacer ruido, por lo que una de las tías les llamó la atención. En tanto, nosotros, los que nos encontrábamos estudiando mirábamos para todos lados esperando que llegara alguien a sancionar o bien a la tía o bien a los niños, pero no pasó, así que la mayoría dejamos de leer (yo diría que involuntariamente) y la expresión de nuestra cara manifestó la desaprobación hacia la actitud de los infantes. Dudo que ellos se hayan dado cuenta, salvo unos pocos, pero las profesoras encargadas notaron que el comportamiento de los niños no era el correcto respecto de la situación y lugar en que se encontraban y sintieron la sanción de nuestras miradas.
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