Pasa algo curioso con la gente de Santiago y de Concepción, que pese a ser partes de una misma sociedad como lo es el país, tienen mucha diferencia en cuanto a comportamiento, manera de ser, lenguaje y estilo de vida.
Yo viví en Concepción hasta los 3 años, y luego me fui a Santiago, donde pasé la mayor parte de mi vida, y ahora por esas cosas de la vida, me encuentro nuevamente en Concepción. Volver a la raíz, se podría decir.
He notado una diferencia en el acento de las personas de acá, que hablan de manera sonora, (hablan “cantadito”), esto me trajo más de un problema en alguna ocasión al comentarlo con una prima penquista, que se enojó, suponiendo y asumiendo que el comentario lo hice burlescamente y no como observación, como fue mi intención. El acento que se usa acá va de la mano con el lenguaje, que también es muy distinto al de Santiago. Concepción y el sur en general se caracteriza por su gente, la cual es muy cariñosa, muy atenta, al contrario de la gente de Santiago que más bien son personas grises, con un estilo de vida monótono, que me atrevo a decir es una imitación del europeo.
Como ejemplo de las diferencias del lenguaje, he oído que a la marraqueta se le dice pan francés; al pan de completo, pan copihue; al juego “la pinta” se le conoce como “la tiña”; al juego “bachillerato”, como “autopencil”; “hacer la cimarra”, “correrse de clases”; y expresiones como “sacarse una nalca” cuando se saca una nota 1.
También me he fijado que el estilo de vida es mucho más relajado, recalcando la diferencia con el estilo casi-eruopeo de los santiaguinos, y acá se acostumbra a salir a pasear por ejemplo a la misma Universidad de Concepción que es como un parque público. Personalmente no he visto mucha actividad de noche como lo hay en Santiago, debido principalmente, creo yo a lo temprano que dejan de pasar los taxibuses, o micros. Esto demuestra cómo pueden haber diferencias culturales incluso dentro de una misma cultura.
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