viernes, 25 de junio de 2010

Libertad

El 10 de diciembre de 2006 murió el ex-dictador Augusto Pinochet. Recuerdo que en la televisión se mostraba a mucha gente llorando y sintiendo aquella muerte muy de cerca. Un caso cercano, es mi abuela materna que es férrea defensora de Pinochet. No sé si ella habrá llorado, yo entonces vivía con ella y no la vi llorar, pero si muy triste.

La verdad es que encuentro muy chocante que haya gente que lloró con esa muerte, pero que no le importó la desaparición de más de 3 mil personas durante la dictadura. Después de que ya pasaron 3 gobiernos de democracia, seguimos con las mismas leyes que fueron hechas bajo un sistema de gobierno contra la voluntad general, y sólo se han hecho cambios mínimos o parches.

Si no fuera por las muertes, quizás todavía estaría ese tipo en el senado y su colega Jaime Guzmán, y lo peor de todo es que a la gran mayoría no le importaría. Puede ser que las dictaduras sean parte de la idiosincrasia latinoamericana. Al parecer nos gusta estar viviendo amedrentados y amenazados por un poder y no podemos vivir en comunidad, o una sociedad basada en la solidaridad y el autocontrol.

Estamos en el siglo XXI y se supone que somos más abiertos de mentes, nos gusta la libertad, pero la libertad económica, libertad para privatizar bienes públicos, para explotar la tierra y al ser humano, libertad para subir los precios, pero qué es lo que pasa con la verdadera libertad, esa libertad que nos desata de la esclavitud mental, esa libertad a la que no se le da auge en las teleseries ni en los programas de concurso. Lo único que conocemos realmente de la libertad es el símbolo publicitario de ésta, una paloma blanca. “La verdad os hará libre” dice en un paraje de La Biblia, pero esta biblia y esa palabra fue utilizada por la iglesia católica para dominar a la gente, para asesinar y juntar riquezas. En estos tiempos en los que vivimos hoy la única libertad que se nos presenta es el libertinaje, nos gustaría ser seres libres, pero no lo somos realmente; nos dan opciones y nos hacen parecer libres, pero no somos libres, como en algún momento lo plantearon Luhman y Faucault entre otros.

La libertad empieza por liberarse uno mismo de las ataduras que nos han sido impuestas, de los antivalores que nos han hecho internalizar desde que nacimos, del control social que ejercen sobre nosotros y lamentablemente se hace cada vez más difícil conforme avanza el tiempo y la civilización, lo que a la vez es una paradoja, ya que te das cuenta que al final la civilización avanza en lo instrumental, en lo cuantitativo, pero en lo que realmente importa, cada día nos retrasamos más.

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